LA OPORTUNIDAD PERDIDA
Juan José Millán
@webjjmiles
En los últimos días hemos vivido situaciones que, la verdad, jamás pensé que fuera a ver con mis propios ojos. Hemos atravesado situaciones que me han sonado a pasado y a futuro, a un futuro que en realidad también es pasado. Casi 40 días después de tener cerradas las puertas de los Colegios, sigo atónito. He necesitado varias semanas para poderme dar este baño de realidad y encontrarme relativamente solitario en esta piscina a la que he ido a parar.
Cuando se anunció el cierre de los Colegios en la Comunidad de Madrid, yo me encontraba en el coche, aparcando frente a una tienda de alimentación (entraba en mis planes ir ese día a comprar), después de una jornada de trabajo larga, muy larga. Algo escuché a una señora entrando a la tienda, pero pensé que sería un pensamiento de esa misma persona… pero no. Las grandes masas a última hora me confirmaron que era real.
“Y ahora, ¿qué vamos a hacer?”, pensé mientras esperaba en una larga fila para pagar la compra. Me imaginé cómo debería estar la cosa en los Colegios en ese mismo instante: miles de mails, llamadas, profesores preguntando si tenían que ir a trabajar o podían quedarse en sus casas, familias descolocadas pensando qué iban a hacer con sus hijos. La verdad que busqué y busqué referentes a esta situación, pero no encontré ninguno en el que, a nivel mundial, 300 millones de estudiantes se quedaran en casa. En la Segunda Guerra Mundial se cerraron los Colegios pero, ¿había tantos escolares?. Y hablamos de la primera mitad del siglo XX. No contábamos con la tecnología de hoy en día.
Volví a mi interrogante… ¿qué vamos a hacer?. De pronto me di cuenta que la pregunta no era la apropiada: ¿qué hemos hecho?… Y de pronto, tras dos o tres segundos, el interrogante tornó en exclamación: ¡Qué hemos hecho!
Han pasado 100 años de la fotografía que acompaña mi publicación en Instagram. Han pasado 100 años en los que las aulas no dejan de ser muy diferentes a las que encontrábamos en aquel entonces. 100 años en los que el profesor sigue delante de los alumnos alineados en filas de sillas y mesas (vale que contamos con profes “innovadores”, entiéndase la ironía, que cambian la disposición de la clase). Han pasado 100 años en los que el profesor hablaba y hablaba en el aula y los alumnos escuchaban. Han pasado 100 años, y en un gran porcentaje, seguimos exactamente igual en las aulas.
En los últimos 20 años, que es más o menos el tiempo que llevo dedicándome a la educación, he escuchado a miles de maestros y profesores tecnofóbicos arremeter fuertemente contra la tecnología, contra los ordenadores, contra Internet, contra el mail… Hemos encontrado también a una gran cantidad de maestros “revolucionarios” (nuevamente ironizo) que usaban otras herramientas tales como la pizarra digital, de una forma que me recordaba a aquel marco digital para fotos que se estuvo comercializando algún tiempo y en realidad no aportaba mucho más que un marco convencional y prácticamente desapareció del mercado….
Intranet, aulas virtuales… ¿cuánto dinero se ha invertido desde el Estado, las Comunidades, los Colegios y las instituciones para contar con plataformas educativas?. Podría decir varios nombres, pero seguro que ya todos conocemos las más habituales. ¿Nos están sirviendo hoy? Sí, ya. No estaban pensadas para una situación excepcional como esta (¿realmente es una situación excepcional?). Yo creo que no. La mayor parte de los Colegios están con las herramientas de Google y poco más. Es decir. Google se ha convertido ahora en el Colegio, y todos los profes se han ido a trabajar e él. No me parecería mal. Tal vez este gigante sepa planificar mejor la educación, porque cuenta con grandes profesionales de la enseñanza que han vivido el aula, en su equipo de educación, vamos, igualito que en los gobiernos…
¿Y si Google se cae? ¿Y si Google deja de existir? Uff… Espero que no.
Hace tiempo, creo que desde que tuve la suerte de leer El tacto en la enseñanza de Max Van Manem he tenido muy claro que, cada Colegio, cada aula, cada grupo de estudiantes, tiene unas necesidades en metodología, actividades, dialéctica, interacción… tanto en contenido como en forma, diferentes a cualquier otro grupo, aunque sea la letra B del mismo curso del mismo Colegio. Y ahora, la forma es, con suerte, la misma para todos los niños de España y del resto del mundo casi seguro. Nos hemos cargado en un día toda la adaptación al grupo. Los exámenes serán distintos, pero todos tendrán el mismo formato, los contenidos diferentes, pero todos con la misma forma, igual sucederá con absolutamente todo. Nos hemos vuelto a equivocar: hemos traducido literalmente a online todo aquello que no lo era, lo que se traduce en una palabra: fracaso. Y sí, desigualdades… Obviamente un porcentaje de la población (pequeño pero existente) no cuenta con herramientas digitales en casa, con conexiones decentes… ¿De verdad no ha habido, no hay y no habrá dinero para que el estado corra con esos gastos? Ah claro, no. Es más importante cualquier otra cosa… por un momento olvidé la importancia que el gobierno le da a la educación en sus presupuestos tanto económicos como ideológicos.
Ese futuro que debiera ser pasado…
Pues sí. En su momento pensé “vamos a dar el salto al futuro”, y de pronto me entró cierto complejo de Marty McFly, dando saltos del pasado al futuro y viceversa, porque claro, la estructura la tenemos más o menos desde el año 2006, pero hemos jugado a implementarla sin éxito, y ahora llegamos al futuro, pero seguimos en el mismo punto de aquel entonces cuando podríamos haber adaptado todo pero “es que la enseñanza tiene que ser así, no puede convertirse en algo digital”, y ahora, claro, tenemos muchas cosas que justificar y urge. El problema es que de pronto hemos tenido que recorrer desde el 2006 hasta el 2020 (14 años de avances y metodología) en dos días (desde el lunes que se dio la orden hasta el miércoles que ya se cerraban los Colegios) para adaptarlo todo. Hemos frito a usuarios y contraseñas a alumnos y familias, les hemos cambiado al menos 2 veces en menos de mes y medio la plataforma de referencia, el tipo de apoyo virtual, la dinámica, la evaluación, los exámenes… ¡Qué bien lo hemos hecho!. “Es que no estábamos preparados para algo así”. Claro que sí. Lo estábamos perfectamente, pero no hemos querido adaptarnos durante todo este tiempo atrás. Repito: no nos ha dado la gana, y ahora tampoco, pero oye, que esto nos empieza a gustar.
El futuro: ¿la oportunidad perdida?
El futuro tendría que haber empezado allá por 2010… otro gallo nos cantaría, sin duda. Pero el futuro, señores, pasa por lo que estamos viviendo estos días. El que no sepa ver que esta pandemia ha venido a cambiar el mundo, que cierre los ojos y se baje del tren. El futuro se está gestando estos días. En ocasiones me entran ganas de darme cabezazos contra la pared cuando escucho qué se hace desde algunos Colegios, y más en concreto cuando descubro todo lo que no se está haciendo. Sin duda alguna, no soy el más listo, ni el más preparado, ni el más visionario, pero sé que estamos dejando escapar una oportunidad única. El teletrabajo ha venido para quedarse. Quien no lo vea tendrá que bajar del tren como si no hubiera comprado billete y apareciera el revisor. Desde hace años nosotros lo llevamos a cabo. Fue en el año 2008 cuando comenzamos a trabajar online. Sí, trabajábamos desde Madrid con gente en EEUU y otras regiones del sur de América. Desde entonces no hemos parado. Nuestro equipo igual, gestiona todo desde donde está. Nuestras reuniones, virtuales. El teletrabajo, además de aumentar la eficiencia, reduce costes, genera una mayor sensación de bienestar y es realmente útil. Pensemos que habitualmente podríamos salir después de trabajar a tomarnos algo, dar una vuelta… y se adapta totalmente a la tan ansiada conciliación laboral.
Veamos a nuestros escolares de hoy en día: se levantan con sus padres, a las 6.00, a las 7.00… realizan todas sus actividades a toda velocidad: higiene, desayuno, vestirse… al coche corriendo. Atascos. Prisas. Enfados. Tensiones. Muchos de ellos antes de que las puertas del Centro abran ya están allí. Comenzamos las clases, hasta las 17.00 sentados quitando el ratito del recreo. Después maratón de extraescolares, y a casa a seguir estudiando… puff. ¡Si estamos peor que hace 100 años! Entonces al menos podían dedicarse a jugar. Ahora no. Ahora se dedican a hacer cosas, muchas veces elegidas por los padres, para que éstos puedan seguir trabajando…. Lo estamos haciendo mal, muy mal. Y peor en estos días que tenemos la gran oportunidad de cambiar el mundo para que sea mejor para todos. Y eso pasa por los Colegios. Si podemos garantizar una enseñanza real, justa, de calidad, con buenos criterios de evaluación (no promociones/aprobados generales), que persiga un aprendizaje real, tal vez podamos reducir los horarios escolares, sus jornadas, y encajar todo eso en un mundo en el que los padres, también teletrabajemos más tiempo y podamos atender más a nuestros hijos y familias. Yo veo jornadas más reducidas presenciales, apoyadas por más trabajo (de ese que facilita un aprendizaje de verdad y no requiere de un profesor con su monólogo) para realizar en casa (o donde se quiera/pueda) por los escolares. Sí, todos pueden. Desde primer curso de infantil. Sólo hace falta que cada maestro sepa qué debe hacer para generar una dinámica correcta, una apropiada acción didáctica, y eso pasa por conocer bien a las familias.
Y por eso pienso que estamos perdiendo una oportunidad, la gran oportunidad para hacer de nuestro mundo un mundo mejor, con menos prisas, con menos contaminación, con más tiempo para las familias, con más tiempo para todo, más eficiente, más eficaz, y en el que a nivel escolar, se aprenda mucho más. Es curioso… el destino, la Universidad y mucha formación profesional, ya están online hace años… pero seguimos con la misma estructura previa. Busquemos a nuestro profesor Emmett Brown, Doc, para no perdernos en estos viajes por el tiempo, y lograr con nuestro DeLorean efectuar ese viaje en el tiempo y salvar el futuro.
Cuidaos todos.