EVALUACIÓN Y EXÁMENES
Juan José Millán
@webjjmiles
EVALUACIÓN Y EXÁMENES
Los exámenes están a la orden del día en los Colegios, Institutos, Universidades… en cualquier centro que lleve a cabo una acción formativa se hacen exámenes. Si preguntamos a los profesores o a los gestores de dichos establecimientos educativos nos dirán: “toda acción formativa tiene que ser evaluada”. No puedo estar más de acuerdo. En 2007 fue la primera vez que escuché esa afirmación, rotunda, categórica y que no permite ningún tipo de crítica ni de discusión. Pero hay que establecer una diferencia muy importante: evaluar no es hacer exámenes a los estudiantes. El examen no es la única ni la mejor herramienta de evaluación posible.
EXÁMENES Y MEMORIA
Muchos estudiantes escolares comentan que se aprenden (de memoria) los contenidos del examen y lo hacen bien, confirmando que se lo saben perfectamente el día de antes. Al llegar al examen, se ponen nerviosos y obtienen una calificación para nada acorde con lo que se habían aprendido (de memoria). Saben teóricamente mucho más.
Comenzaré realizando una pregunta: ¿está bien estudiar de memoria un examen? Lo cierto es que mi respuesta va a ser muy poco popular: sí. Sí porque un examen tradicional sólo está pidiendo eso, memoria y saber repetir lo que se encuentra en algún libro o en algunos apuntes y poderlo escribir en el papel. Pues si eso es lo que el profesor quiere, aprender de memoria es la mejor (y casi la única) forma posible de obtener rendimiento en estas pruebas que tanto detesto.
Ahora pasaremos a la siguiente cuestión: ¿sirve para algo ese tipo de evaluación? En esta entrada ya explico que no, que estos exámenes son una auténtica barbaridad que lejos de no servir para nada, actúan como rémora a la actividad de aula, a la metodología y a lo que en clase se va a trabajar.
COMPRENDIENDO LA EVALUACIÓN
Es una lástima, pero entendemos la evaluación como el final de un tema o de un par de temas (algunos cruzan la línea y llegan a quince o veinte temas) en la que el alumno demuestra lo que sabe y el profesor averigua los conocimientos de sus alumnos. Soy rotundo: el profesor que necesite un examen para saber qué ha aprendido su alumno ha fracasado completamente como docente y lleva al fracaso a sus estudiantes. Sin duda alguna. La evaluación no es el final de un proceso, es una parte más del mismo. Tenemos la absurda e indocumentada manía de examinar, de poner trabajos con calificación objetiva (muchas veces por defender resultados ante los padres) sin tener muy claro qué utilidad va a obtener el estudiante de ello. Poca… si se ponen nervioso, lo pasan fatal, les quitamos tiempo para dedicarse a sus intereses y a potenciar sus cualidades… ¿No podemos hacer que la evaluación sea útil? La evaluación debe servir para algo más que para poner una nota, debe cumplir con estos aspectos:
- Debe ser de utilidad para el alumno.
- Debe permitirle observarse a sí mismo frente a la materia a comprender (y no saber de memoria).
- Debe estar enfocada desde el inicio de la acción formativa: el profesor al iniciar una unidad didáctica debe explicar cómo se va a evaluar.
- No debe resumirse a un momento puntual: no se trata de que el alumno sepa hacer ciertas cosas y conozca ciertos conceptos un martes a las 10.30 horas de la mañana, ¡no! Deben ofrecerse muchas oportunidades a diario para que el alumno se ponga en situación de evaluación frente a un único evaluador: él mismo. De forma que gradualmente vaya apreciando y observando su competencia.
- Un producto es mucho mejor que una lista de preguntas: porque las listas de preguntas o de ejercicios tienden a que el estudiante se prepare de memoria las respuestas o a que aprenda a realizar ejercicios tipo. Sin embargo, mediante la elaboración de un producto (una pirámide en matemáticas para la que tenga que hacer ciertos cálculos, una pequeña partitura, una historia en la que use la hipérbole…) observaremos que el alumno realmente ha identificado, asumido y hecho propios los contenidos de esa unidad y, además, ha adquirido destrezas (procedimientos) para obrar con esos conocimientos.
- La valoración o traducción a notas debiera realizarse por un sistema de rúbricas: mediante las cuales se asocian números (notas) a situaciones demostradas por el estudiante. Pongo un ejemplo de rúbrica de un trabajo encargado por mí en Filosofía a estudiantes de Secundaria (en mi Colegio se trabaja la Filosofía durante 4 cursos)
En vez de hacer un examen con preguntas sobre lo que hay en un libro, les ofrezco la oportunidad de buscar información, contrastarla, plantear problemáticas… a través de ese trabajo se aprenden mucho mejor todo lo relacionado con la libertad que con un examen. Y esto lo sabemos porque posteriormente se observa que ellos manejan los conceptos y saben usarlos. (En este caso el 6 se equipara al 10 y el 4 al 5).
- No debe ser entendida como el fin de un proceso sino como parte del mismo. La evaluación de significar reflexión. El alumno mediante el proceso propuesto para evaluar debe poder observar cómo maneja los contenidos de manera que una buena evaluación no contemplará ningún estudiante suspenso, ya que ellos sabrán cuándo entregar sus trabajos o sus productos. Ellos aprenden sobre sí mismos con respecto a la materia y finalmente logran conseguir aprendizaje real.
- El estudiante no vive el proceso de evaluación con angustia sino que lo vive con ilusión y con espíritu crítico. No se angustia, agobia ni genera estrés. Es una parte más de su actividad y es un momento que él decide para realizar un producto con los aprendizajes que ha adquirido. Si no es capaz él mismo sabrá a qué deberá dedicarle más tiempo o qué tiene que ampliar o trabajar mejor.
- Permite que cada estudiante demuestre su valía y atiende al talento. Pues se establecen unos mínimos reales (acordes con las pautas curriculares propuestas) y según la rúbrica, ahí estará una calificación que puede ser un 5 o la que el profesor estime, y de ahí, a volar. Cada uno podrá llegar donde quiera. Rápidamente se observará cómo los estudiantes talentosos comienzan a brillar por sí solos.
REPLANTEÁNDONOS EL MODELO
Podría escribirlo yo, pero creo que no lo voy a hacer. Si usted es un profesor que hace exámenes tradicionales, conteste a las siguientes preguntas:
- ¿Qué le aporta a usted un examen?
- ¿Qué le aporta a sus alumnos?
- ¿Les sirve para algo más que para obtener una nota que mide lo que sabe de memoria o la resolución de ejercicios tipo?
- ¿Por qué es un final y no un inicio o un proceso que el alumno puede hacer cuando considere que está preparado?
- ¿Se atreve a probar este otro modo de evaluación?
- ¿Qué ganaría con él?
- ¿Aprenderían más sus alumnos?
- ¿Disfrutarían más las clases?
- ¿Sabrían hacer más cosas?
Sin duda, este modelo de evaluación se ajusta a la sociedad del siglo XXI. No podemos evaluar a los estudiantes como hacíamos ayer (exámenes) ya que les estamos desenfocando el presente y les impedimos llegar al futuro.
¡Hola Juanjo! Este post debería ser de lectura obligada para todos los docentes del sistema educativo y que lo tuvieran en sus grandes carpetas llenas de números… ¡que gran verdad!
Enhorabuena por el trabajo qué haces…
Un saludo,
Amaia
¡Hola Amaia! Gracias por pasarte por aquí y dejar tu comentario. Me alegra que te haya resultado interesante y de utilidad esta entrada. Sin duda muchos maestros deberían darle un par de vueltas al uso que hacen de la evaluación y la dependencia del examen.
Igualmente, enhorabuena por tus Piojitos y Bollitos (http://piojitosybollitos.com) Es un proyecto precioso.
Besos desde un Madrid muy, muy lluvioso.
Juanjo.
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