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La reválida: el gran sinsentido de la educación

LA REVÁLIDA: EL GRAN SINSENTIDO DE LA EDUCACIÓN
Juan José Millán
@webjjmiles

El pasado día 29 de julio se aprobo en el Consejo de Ministros la aprobación de las reválidas en 4º de la Educación Secundaria Obligatoria y en 2º de Bachillerato. En el mundo educativo esta novedad ha revolucionado y acabado con la pseudotranquilidad que se respiraba en los claustros docentes.
Comencemos a abordar la problemática desde el origen del concepto en sí. Reválida: ¿qué es lo que hay que volver a validar? En la era que vivimos, era de grandes cambios metodológicos acompañados y motivados por la irrupción de la tecnología en las aulas, cada vez se tiende más a un enfoque en el que prima la enseñanza de procedimientos como facilitadores de contenido en detrimento del clásico afán por memorizar y vomitar sobre un papel (examen) lo estudiado. Así, se comienza a trabajar con clases invertidas en las que el maestro da unas pautas a sus estudiantes mediante un vídeo que ven en casa y ellos, los alumnos, haciendo uso de la tecnología, construyen su aprendizaje de forma que en el aula se dedican a trabajar sobre lo que ya traen investigado de casa. También es habitual ver a los estudiantes con tablets en sus mochilas (requisito en muchos centros incluso públicos para cursar estudios). El punto llega a tal extremo que ya hay profesores que invitan a sus estudiantes a sacar sus smartphones en clase para consultar datos y cualquier tipo de contenidos. El profesor ya no es el de hace 25 años cuya misión era la de transmitir contenido puro. El profesor a día de hoy debe velar porque sus alumnos adquieran procedimientos para que puedan aprender a lo largo de toda su vida, buscar y discriminar información y proponer situaciones de aprendizaje. Con ello, el aprendizaje y la adquisición de conceptos llegan solos. La reválida irrumpe violentamente contra esta concepción de una enseñanza propia del siglo XXI al obligar al profesor a centrarse en un único objetivo: preparar a sus alumnos para aprobar un examen. Es decir, nos olvidamos de todo lo que no sea ese examen porque si se suspende la reválida en 4º de la ESO en dos ocasiones, el estudiante sólo tendrá acceso a un Ciclo Formativo de Grado Medio. ¡Menos mal que se pretende potenciar la antigua Formación Profesional! Con esta pequeña maldición del suspenso, volvemos a la terrible concepción de los años 80: “El que vale a la Universidad, el que no a FP”. Como podemos ver, nos alejamos cada vez más de esa Europa de la que tanto se habla en la que un escaso porcentaje de la población va a la Universidad, siendo la opción más escogida la formación profesional dual. Nuevamente nos separamos de la tendencia eruopea, aunque no sé por qué nos sorprende este dato, si cuando “entramos” en el Espacio Europeo de Educación Superior podíamos elegir entre hacer 4 años de Grado y 1 año de Máster, o 3 años de Grado y 2 de Máster, y optamos por el 4+1 (4 años de Grado y 1 de Máster Universitario) opción a la que nos acompañaron países tales como Chipre, Turquía, Armenia, Georgia, Grecia, Kazajistán, Rusia y Ucraniaen vez del 3 + 1 presente en el resto de países de Europa.
Algo que puede verse es que no sólo va a evaluarse a los estudiantes, también a los profesores, y mucho me temo que el modelo de profesor que sólo se centra en que sus estudiantes aprueben un examen dista mucho del perfil de maestro, de profesor, por el que tanto se trabaja en las Universidades y que se pretende en los Centros. Ya comienza a hablarse en varios círculos que el profesor va a convertirse más en un preparador que en un agente educativo. Nuestros alumnos desde los 14 años huérfanos de profesores contarán con un preparador, emulando al opositor. ¡Qué barbaridad! Antes, en COU, preparabas durante un año la Selectividad. Ahora en 2º de Bachillerato se prepara la PAU, presuntamente extinta. Con esta novedad, pasamos a preparar la primera reválida durante dos años (3º y 4º ESO) y la segunda durante otros dos (1º y 2º de Bachillerato). ¡Cuatro años preparando exámenes! Con esta perspectiva se reactiva el debate sobre el HomeSchooling y el Unschooling, corrientes que abogan por la enseñanza y la educación en casa sin necesidad de que los estudiantes acudan a un Colegio, y es que si se trata de aprobar un examen y todo el legado que un profesor puede dejar a sus estudiantes va a ser la preparación teórica y memorística de una prueba… claro que la socialización, el afianzamiento de rutinas y todos los beneficios de estar escolarizado siguen teniendo su peso.
Otro punto en entredicho es el evaluador externo. ¿Quién es? ¿Quién y qué le acredita a “validar” lo que los estudiantes han estado validando ante su profesor? ¿Quién valida su capacidad? El suyo, su `profesor, el que los conoce deja de tener esta capacidad. El que los ve todos los días y sabe cómo se llaman sus padres, si está triste, si le pasa algo. En una época en la que queda demostrado que la emoción es clave para el aprendizaje, en que la Neuroeducación trabaja día tras día para abrir nuevas líneas metodológicas que permitan un aprendizaje real, perdurable y para toda la vida, de golpe y porrazo aparece esta despiadada criba que tira por tierra la gran evolución del gremio docente.
Lamentablemente, el tintero de “peros” está muy lleno. Otro ejemplo es cómo se va a atender a la diversidad. Desde 1982 con la Ley de Integración Social del Minusválido (LISMI) se abre en España un proceso que terminará concretándose en los Colegios y Centros Educativos con la atención a los estudiantes que presentan algún tipo de dificultad con medidas tales como adaptaciones curriculares, atención personalizada, departamentos de orientación y una grandísima serie de paquetes de apoyo para que los estudiantes con dificultades lograran obtener provecho y titular. ¿Qué va a ser de ellos ahora? ¿Qué va a ser de un estudiante que necesita adaptar su evaluación? ¿Va a haber reválidas que contemplen que no todos los estudiantes pueden hacer el mismo tipo de examen?. Mucho me temo que no.
Esta iniciativa del ejecutivo dista mucho de otros magníficos procesos que se han llevado a cabo en el pasado. Siempre pongo de ejemplo el proceso para desarrollar la Ley de Calidad de la Educación. Se hizo un documento de consenso en el que se llevó a cabo consulta a Universidades, Profesores y Maestros, Editoriales, asociaciones de padres, etc. Esta vez parece que se lo han sacado de la chistera. ¿Hastío estival? El gran problema de todo esto es que en vez de acercarse a evaluar competencias, procesos, aprendizaje real y quitar peso al aprendizaje memorístico que, dicho sea de paso, sirve para bien poquito, en vez de trabajar en esa línea, nos imponemos a la lógica y nos lanzamos a exigir conceptos y transmitir un aterrador mensaje a nuestros estudiantes: vales lo que hagas en tu examen. Adiós al autoconcepto académico, a la metacognición, a la autorregulación académica… y hola a un nuevo examen, que como casi todos ellos, sólo tienen un fin: ordenar al alumnado. Terrible.
Lástima que quien ha tomado esta decisión no haya pisado un Colegio en mucho tiempo. Lástima que no haya preguntado a nadie. Lástima cometer el gran error de los que deciden sobre educación sin saber nada de su mundo. Señores,cada Colegio es diferente, cada Centro es único, al igual que cada estudiante de cada aula, por tanto: no podemos medir a todos por medio de una misma prueba. Un nuevo estándar que más que generar igualdad va a crear grandes diferencias.
Por tanto, el terrorífico legado que vamos a dejar a nuestras generaciones de estudiantes actuales, a todo aquel que comience en este curso 2016/2017 3º de la ESO o 1º de Bachillerato, va a ser reducir su escolaridad a preparar un examen, una formación profesional que se convierte en el “pozo” al que van a ir a parar todos los que no aprueben esta prueba. Pero algo peor hay para los que este año cursen 2º de Bachillerato: ¿Qué va a pasar con ellos? La reválida no esá prevista en este curso y la PAU, antigua selectividad, se supone extinta… ¿Qué van a hacer? No tengo ni idea, pero seguramente será fruto de la improvisación o de alguna mente que se despierte lúcida alguna mañana…
Lamentablemente, muchos de los que no se dedican a la educación y no pisan las aulas día a día caen en una terrile confusión al entender que evaluación y examen son sinónimos, y no. No lo son. Un examen es una forma de evaluar, a mi juicio la peor idea que puede tener un profesor para evaluar a un grupo de estudiantes, pero sólo es una parte.
Con las reválidas perdemos en potencial profesional de los docentes ya que ahora será buen profesor quien presente un alto porcentaje de aprobados en las reválidas, en capital humano ya que a algunos profesores nos gusta enseñar a pensar a nuestros estudiantes y ahora tendremos que enseñarles a aprobar, en alternativas que deberían potenciarse como la formación profesional a la que debiera otorgarse un papel protagonista… Nos encaminamos a una terrible dualidad: el estudiante pre Universitario que sólo sabrá hacer exámenes ya que es lo único que se le ha enseñado durante su estancia en Secundaria y Bachillerato frente al estudiante que habrá cursado una Formación Profesional porque un día suspendió un examen con 16 años y fue a parar a esa pequeña mazmorra en la que van a convertirse las aulas de los Insitituos de Formación Profesional.

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