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La educación silenciosa

LA EDUCACIÓN SILENCIOSA

Espero que estéis pasando todos un maravilloso mes de Agosto, retirados del estrés laboral (los que estáis de vacaciones) y disfrutando de la estancia vacacional aquellos que habéis salido de vuestra residencia habitual a pasar estos días solos o en familia.

Como todos los años, me he tomado unos días de descanso para ir con la familia a disfrutar del mar y de la playa. Lo cierto es que es maravilloso ver la cara de los más pequeños cuando se lo están pasando en grande con las olas o con la tierra. He de confesar que conmigo viajaba mi tablet y pasé varias horas del primer día buscando el mejor modo de conectarme para no gastar los datos (cada año duran menos) que mi querida compañía de telefonía me ofrece mensualmente.

Paseando una tarde por un centro comercial, escuché una frase que me llamó tanto la atención que decidí fijarme en algunas escribir esta entrada en algún momento antes de septiembre y aprovechando que hoy es festivo, me lanzo a ello.

 

¿Realmente los padres somos conscientes de la importancia que tienen las cosas que hacemos y decimos a nuestros hijos?

A juzgar por lo que he escuchado estos días, algunos no lo tienen muy claro. He encontrado cuatro campos que debemos trabajar con los padres desde los Colegios o Instituciones en las que trabajemos que son esenciales.

1- El valor de las cosas

Ocupa el primer lugar porque fue con un comentario sobre este tema cuando comencé a pensar en esta entrada. Caminaba por aquel Centro Comercial, enorme, abarrotado de personas, como era de esperar un día de lluvia en un destino turístico. Entré en el clásico supermercado que podemos encontrar en estos centros y, justo en la entrada, estaba la zona de “Vuelta al Cole” que tanto gusta a los niños. Una niña lloraba. Tendría unos 10 años. Su hermano, unos años mayor, sonreía. Su madre histérica, comenzaba a gritar, más que a hablar con ellos. Normal que la niña llorara, me estaba poniendo hasta a mí nervioso. El padre estaba ahí… pero no estaba. Cotilleaba las novedades de Neymar y su fichaje en su teléfono (pude verlo al pasar a su lado) ¿Qué estaba pasando? Parece ser que la madre había comprado una mochila al hermano mayor y a la hija, que también quería una mochila nueva, no. El motivo estaba muy claro. Lo explicó la madre meridianamente: “Te compro esta mochila porque has roto la que tenías, si no te iba a comprar otra mochila, que te has cargado este curso cuatro…” con cierto tono amenazante. Nos enteramos todos los que estábamos cerca de esta familia (aunque dudo que el padre lo hiciera). Me quedé con ganas de decir: “a ver querida niña, tu madre te lo ha explicado muy bien. ¿Quieres una mochila? Pues rompe la tuya“. Claro, el hermano mayor lo había entendido muy bien. “Si la rompo me compran una nueva, y no es algo que deduzca, es que me lo está diciendo mamá”. ¿Qué tiene que hacer este niño para que le compren algo nuevo? Romper lo antiguo. Yo me he preguntado varias veces si lo sucedido es extrapolable a otros campos, y así es. No me gustan los pantalones, los rompo. No quiero comer lentejas, las tiro al suelo… y finalmente encontramos a niños que ya no sólo los convertimos en pequeños tiranos y dueños de la economía doméstica, sino que dejan de valorar las cosas. Yo recuerdo ir al Colegio con una vieja mochila que tenía un pequeño mapa de tres expediciones al polo norte. Me la compró mi madre en 4º EGB y la usé hasta 2º BUP. Claro, estaba vieja y no era muy presentable, pero cumplía su función. Dejé de usarla porque empecé a usar más la carpeta. Ese año me regalaron otra mochila que sigo conservando y uso con frecuencia. ¿Por qué esta madre no enseña a su hijo a cuidar las cosas en vez de transmitirle que si las rompe van a ser sustituidas? Todo esto empieza desde los primeros minutos de ser padres. Hay padres, madres, abuelos y abuelas que dejan a los niños ciertos elementos que no son juguetes. Los niños deben jugar con juguetes adaptados a su edad. Repito, DEBEN JUGAR CON JUGUETES. No los van a romper por mucho que los tiren. Si les empezamos a dejar cosas que se rompen con facilidad  (por ejemplo dejarle unas gafas a un bebé de 3 meses, un vaso de cristal a uno de 1 año, etc.) aparte de ser peligroso para el propio niño, las gafas acabarán rotas y el cristal en el suelo. Posteriormente se escuchará algo como “tu hijo me ha roto las gafas” o “el niño ha tirado el vaso al suelo”. Correcto. Y la culpa es quien se lo ha dado. De nadie más. El problema es que los niños comienzan a acostumbrarse a romper las cosas y finalmente, lo aprenden como conducta y estilo. Una vez se anclan dichos aprendizajes es muy difícil retroceder. Al final obtenemos a niños que no cuidan las cosas.

ALTERNATIVAS: A cada niño lo que le corresponde por edad, ni más ni menos. Muy sencillo. El sentido común debería ser mucho más que suficiente, pero como los hay que carecen de éste, expliquémosles que en los juguetes viene una orientación de edad… que ese “+4” o ese “a partir de 18 meses” sirve para algo más que para llenar espacio en la caja. Niños que juegan con los juguetes que les corresponden serán niños cuidadosos. Niños que juegan con cosas (cualquiera que no sea juguete) y con juguetes para otras edades no lo serán, pues aprenderán que las cosas se rompen habitualmente y clasificará cosas (vaso o gafas) como juguetes, no como útiles.

 

2- Límites a la expresión personal

“¡Quieres callarte ya!” “¿Qué pesado eres!” “Llevas hablando sin parar diez minutos, ¡cállate de una vez un rato!”, “¡Si sigues montando este escándalo te sales de la piscina!”. Pobres, sí… Todo esto lo he escuchado en estos días. ¿Pero qué hay en la cabeza de un padre para pedirle a su hijo que se lo está pasando en grande con otros niños en la piscina jugando con una pelota y colchonetas que juegue en voz bajita? ¡Si ya me horripila que un profe pida a los niños que se callen en clase, como para no explotar mentalmente al escuchar esa terrible amenaza!. Resulta que por lo observado, los padres tienen ganas de disfrutar de unas vacaciones con niños pero sin ellos. Les piden que se callen, que no hagan ruido, que no les aburran con sus cosas, que jueguen sin hacer ruido. ¿Pero no nos damos cuenta que es imposible? Además, creo que no es muy sano para ellos (para los niños). El niño tiene que aprender a expresarse, que quizá sea otro tema, pero también tiene que aprender a saber dónde se encuentra y qué puede y no puede hacer. Si en su tiempo de juego no se le permite hacer ruido, si en su tiempo de vacaciones en familia que es cuando pasa tiempo con sus padres y no cuidado por personas ajenas a la familia y cuando puede estar con ellos desde la hora de despertarse hasta la hora de dormir no se le permite contarle a su padre lo que piensa sobre un tema, el argumento de un libro o una película, una fantasía que tiene… lo que sea… ¿cuándo lo va a hacer? Nunca. Y ese nunca se prolongará a infinito, porque si aprenden que con sus padres no pueden expresarse, buscarán otras figuras con las que hacerlo y sus padres se perderán la vida interna de sus hijos. Pero debe ser más importante poder estar plácidamente junto al mar o la piscina con el libro electrónico de moda leyendo a saber qué mientras que los hijos que han sufrido un proceso de conversión a autómatas se pierden la infancia. Eso sí, luego los que les regañamos a voces somos nosotros. Para regañar sí se puede montar escándalo. Todo un ejemplo de pericia en la paternidad y de favorecer la expresión de los niños.

ALTERNATIVAS: Pocas… y las que hay son para los padres. Entendámoslo: ¡SON NIÑOS! y tenemos que dejarles serlo. Si no les dejamos ser niños cuando lo son… ¿cuándo lo van a ser? Las ganas de conocer a nuestros hijos den ser los mejores aliados. Si nos vamos de vacaciones con nuestros hijos, vámonos con ellos, no con el libro electrónico y también los niños. Tengamos clara la prioridad: el niño, y el libro electrónico para cuando duerma o cuando esté entretenido jugando.

3- Moral, terminos absolutos e intolerancia

…y hemos llegado a un tema que para mí es esencial. “Es malo” y “Eres malo” (también en pasado: “has sido malo”). Los que me habéis escuchado en alguna charla, curso o conferencia lo sabéis, pues creo que no se me olvida decirlo nunca: no debemos hablar nunca a los niños con el verbo ser. Este verbo implica una cualidad permanente. Yo soy rubio o moreno, y salvo que me tiña o se me caiga el pelo seguiré siéndolo. Un ejemplo que antes usaba mucho para explicarlo es: “Eres moreno” (de piel en este caso). El que es moreno de piel lo es siempre, y usamos esta expresión con el verbo ser para decírselo a aquellas personas de tez morena. Al volver de la playa no decimos “eres moreno”, no. Lo que decimos es “estás moreno”. ¿Verdad?. Inconscientemente hacemos uso del verbo estar, que es el que debemos usar para hablar con los niños, para explicar una situación que sabemos, es transitoria. ¿Pensamos eso al decirlo?, es decir, ¿pensamos “como ahora estás moreno porque te ha dado el sol y dentro de unos días volverás a tu color habitual usaré el verbo estar?”. No. Pues igual que nosotros hacemos esa atribución, los niños también. Si les aseguramos que son malos, que son desobedientes, que son gamberros, que son malos estudiantes, etcétera, terminarán siéndolo sí o sí. Profecía autocumplida: si todos dicen que lo soy, terminaré siéndolo. ¿Tanto nos costaría decir, estás portándote mal, estás siendo desobediente o estás siendo un poco gamberro? El verbo estar da opción al cambio. El verbo ser no. Y el problema, además de lo que el niño atribuye sobre su cualidad de ser malo, es cuando se usa en tercera persona: “es malo”. A ver. ¿Hay malos y hay buenos? Entramos a configurar su área actitudinal con aspectos absolutos y comienzan a construir dentro de su capacidad de abstracción, que una de las formas en las que se clasifican las personas es en buenos y malos. De ahí pasamos a buscar culpabilidad. Porque si alguien es malo, es porque hace cosas malas, luego los resultados son consecuencia directa de esa acción y por tanto, el malo, es el culpable. Además les estamos enseñando a ver las cosas en blanco y negro. O es bueno o es malo. A partir de ahí muy sencillo: “yo soy bueno, luego lo que hago y pienso es bueno y está bien, por tanto es lo que debe hacerse y todo el que haga o piense lo contrario, estará en el error.”  Desde que el niño hace este esquema de pensamiento, las puertas del club de los intolerantes se abren. ¿De verdad tan difícil de ver es?

ALTERNATIVAS: Tan sencillo como lo expuesto: “te estás portando mal”, “ese niño está haciendo cosas que no están bien”… Simplemente sustituir el verbo ser por el verbo estar. Si aprovechamos para ampliar repertorio conductual, será maravilloso. Es una gran oportunidad para ello. Un ejemplo sería cambiar el “ese niño es malo” por “ese niño está portándose mal porque está pegando a su madre porque quiere que le de la bolsa de chuches en vez de que ella se las de una a una. ¿Cómo podría hacer para no portarse así y conseguirlo?” … y a ver qué nos cuenta. A partir de ahí le explicamos cómo lograr objetivos sin llevar a cabo conductas no apropiadas.

4- Las mentiras

Hay muy pocas cosas que me parecen horrorosas, pero decirle mentiras a un niño me parece que debería estar tipificado como delito. Es una de las mayores aberraciones que puedo imaginar. No me refiero a los Reyes Magos, Ratoncito Pérez, Papá Noel, etc., que veo más como fruto de tradición, de alimentar una ilusión. Me refiero a mentiras absurdas que no llevan a ninguna parte más que a tranquilizar al niño que llora o a nada. “En cuanto lleguemos a casa vamos a la piscina” le dijo una madre a su hijo de 3 años que no quería irse de un restaurante con un gran acuario lleno de peces de agua salada (realmente bonito) a las 23:30 horas. El padre quedó atónito: “¿a la piscina?” dijo a la madre. Y ésta puso un gesto como de “¿y qué quieres que le diga?” mientras contestaba al padre “Se va de cabeza a la cama a dormir, pero es que si no, no se mueve de aquí”. ¿Y para qué le mientes? Los padres que mienten no se dan cuenta que por una parte hacen daño a sus hijos, les generan ilusiones falsas que desencadenar en una situación mucho peor que aquella en la que se le ha mentido. Además, le estamos enseñando a nuestro hijo que no puede creer en nosotros, pues nos quitamos toda credibilidad. El segundo paso es decir el “te lo prometo”, falso sin duda alguna, pues ya nuestras promesas como padres perderán también valor. Nos quedamos sin credibilidad ante nuestros en cuanto juguemos a contar mentiras en un par de ocasiones. En el momento que lo descubran se acabó. Ya no nos creerán pues siempre tendrán esa mosca detrás de la oreja por mucho que dejemos de mentirles. Además, les enseñamos a mentir. ¿Cómo puede ser que a alguien que ha decidido ser padre se le ocurra enseñar a mentir a su hijo? Nuestro ejemplo es la mayor enseñanza a nuestros hijos. De padres que usan la mentira salen hijos que también lo hacen. 

ALTERNATIVAS A LA MENTIRA: Lo mejor que podemos hacer es explicarle las cosas. Por pequeño que sea el niño, comprenderá nuestra entonación, la cual debemos cuidar y, aunque estemos histéricos perdidos por dentro, deberemos mostrar un tono tranquilo, informativo y cercano. Le explicaremos que hay que irse, o que eso no se puede hacer, o que volveréis otro día a verlo (siempre que sea verdad). Posiblemente el niño no entrará en razón, llorará o tendrá la típica pataleta. Por muy terrible que se ponga la situación y por muchos ojos que nos estén mirando, será mil veces mejor que mentir. Mintiendo además, de lo ya expuesto, creamos a niños que no toleran la frustración, caprichosos e impulsivos. ¿Queremos que nuestro hijo sea así?

Y mis vacaciones se acabaron… así que la próxima vez que me marche a la playa o bien me voy con unos cascos para escuchar música o mucho me temo, escribiré otra entrada similar…

A disfrutar de la última quincena de vacaciones.

4 Comments

  1. Papás casi primerizos (Lídia)

    Qué post más bueno! Me ha encantado! Lo de gritarle a un niño para decirle que no grite es la incongruencia más grande que existe! Es como pegar a un niño porque ha pegado…Hace mucho tiempo que me tomo en serio, muy en serio el poder del ejemplo, no es lo que dices, es lo que haces…Y con lo de las mentiras, fíjate que nos estamos planteando hasta de no mentirle con los reyes…Aún no sé cómo lo haremos, pero mi marido se acuerda de lo mal que se sintió cuando supo la verdad y no queremos que el peque pase por lo mismo…Ya iremos viendo sobre la marcha!

    • Juan José Millán Estañ

      Muchas gracias por tu comentario. Me alegra mucho que te resulte interesante. Sí, es cierto. En muchas ocasiones llevamos a cabo ciertas conductas con los niños que terminan siendo un gran sinsentido… Lo de las mentiras no tiene nombre. Con lo que comentas de los Reyes, opino que no es exactamente una mentira como tal… Tradición o costumbre que genera ilusión, magia y hermosos recuerdos. En este aspecto creo que lo doloroso no es que nos cuenten la situación en sí, sino la forma en la que nos la cuentan, cómo nos enteramos. Creo que ahí se puede crear ese malestar. Es cuestión de darle un par de vueltas y ver cómo contarles que conocer la verdad sobre estos tres señores de oriente es un signo de madurez, de hacerse mayor… Quizá desde algo constructivo podamos encontrar el mejor camina para contarlo… pero sólo es mi opinión. Gracias nuevamente por tu comentario.
      Un saludo y buena noche.
      Juanjo.

  2. Pilar Torres

    Genial el artículo!
    Yo me veo reflejada en él tanto como observadora (me encanta analizar el comportamiento de los demás e intentar buscar un motivo, una causa y una posible consecuencia) y por desgracia, a veces como ‘mala madre’.
    Hay veces que perdemos los nervios y personalmente,yo me arrepiento de lo que he dicho o de cómo he actuado con mi hijo. Las causas: el estrés, el ritmo de vida que nos estamos marcando nosotros y/o la sociedad que nos ha tocado vivir.
    Mi talón de Aquiles es el tema deberes y exámenes de colegio…hay veces que no dan los pobres para más y necesitan jugar porque son niños.
    Este curso mi hijo no irá a ninguna actividad extraescolar porque me ha dicho que con los deberes del cole y estudiar ya tiene bastante, el tiempo que le sobre, para jugar o pasear conmigo. Y no es mucho lo que le sobra por desgracia… Cuando comento con otras madres que mi hijo no va a ninguna extraescolar me siento un bicho raro, mala madre, pero después se me pasa!
    Este artículo invita a recordarnos que hay que respirar profundamente, bajar el ritmo y contar hasta 10 en muchas ocasiones, sobre todo, tratándose de niñ@s.
    Gracias por tu artículo!

    • Juan José Millán Estañ

      Hola Pilar… ¡Con los deberes hemos topado! No sé si has visto esta entradaEntrada:Acabemos con los deberes o esta sobre los exámenes Entrada: Los exámenes, qué barbaridad Ahí expongo la opinión que me merece. Como bien comentas, los niños necesitan tiempo para algo muy importante: ser niños.
      Mala madre no hay, pero a veces nos sentimos mal por factores que nos afectan y nos hacen comprender las cosas de una forma determinada, muchas veces a partir de los pensamientos o sentimientos que no tenemos muy identificados pero se asoman y creemos poderlos percibir en la lejanía.
      Y sí, contar hasta 10, 100 ó 1000… Realmente es un poco de congruencia. Regañar gritando por gritar, no dejarles ser niños, contarles mentiras y regañarles por mentir… En fin.. la dura y compleja pero muy agradecida vida de padre… Un placer tener lectoras como tú, Pilar.

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